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“Los Marlins Están Más Cerca De Los Que Muchos Creen”

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Progreso.

Es lo mínimo que los fanáticos de los Marlins pedían de su equipo al comienzo de una temporada, en la cual se sabía que no sería de las más ganadoras en la historia de la franquicia.

Año dos de Derek Jeter al mano. Un período en el cual él mismo ha confesado que ha puesto a prueba su paciencia. La Pequeña Habana no es el Bronx; tal vez haya sido complicado aceptarlo desde el primer día que intercambió oficinas con David Samson.

No solo fue la adaptación geográfica de Jeter, sino el hecho de entender que el historial negativo de los Marlins lo perseguiría por mucho tiempo. El primer año estuvo plagado de polémica. “¿Vieron lo que hizo Christian Yelich? ¿Qué dijo Giancarlo Stanton sobre la postemporada? Eso no pasaba con Marcell Ozuna en los jardines. Estábamos a dos lanzadores, no hacía falta todo eso…” Mejor pare usted de contar.

Pero esta tormenta está pasando, y con ella la exigencia irracional por ver incrementada la columna de victorias, en un equipo que no espera rendir esos frutos ahora.

El 2019 no sería evaluado por los triunfos. Estaba en los planes perder muchos encuentros, incluso volver a coquetear con la centena de reveses. Claro, sin llegar a ribetes históricos — llegó un momento en el que el equipo tenía una proyección de 122 derrotas en el año.

Pero el béisbol es muy noble. Es realmente difícil que un equipo pase una temporada completa sin tener al menos una racha positiva. Y los Marlins la tuvieron.

Llegó un momento que Miami era el equipo, junto a los Atléticos, más caliente en todo el béisbol. Un efímero período que pueden significar ciertos destellos del futuro, y no un simple período engranado por la casualidad.

El béisbol es un juego de pitcheo, dicen por ahí, y vaya que los Marlins se lo han tomado en serio. Esta reconstrucción está basada en los lanzadores; no es un secreto.

Actualmente hay dos serpentineros que el aficionado común de los Marlins debe prestar atención especial. Sí, Caleb Smith, Trevor Richards y José Ureña han tenido sus momentos en esta zafra, pero son Sandy Alcántara y Pablo López quienes tienen la proyección de estar con este equipo por muchos años, hasta que la reconstrucción rinda sus frutos.

Es allí donde la palabra progreso entra en escena. Y no se refleja cuando Sandy está lanzando un blanqueo, o cuando Pablo tira siete tramos en blanco con un solo hit permitido. Sabemos que tienen el talento para hacer eso.

El progreso se evidencia, cuando están descontrolados en la loma, cuando un jonrón les cambia el panorama del juego, cuando no pueden sacar los outs. Cómo reaccionan a eso. A eso se le llama progreso.

Luego de la joya que lanzó en su primera apertura del año, Alcántara tuvo seis salidas que pudieron haber descarrilado a cualquiera. Acumuló récord de 2-5 con 6.25 de porcentaje de carreras limpias permitidas, con 23 boletos y 22 ponches en 36.0 tramos.

A partir de ahí, tiene cuatro aperturas en las que ha acumulado récord de 2-1, con 1.67 de efectividad (cinco carreras limpias en 27 tramos) con nueve ponches y 18 ponches. Progreso.

El 10 de mayo, López fue vapuleado con 10 carreras en solo 3.0 episodios ante los Mets.

Desde entonces, en cinco salidas, le han hecho seis carreras en 28.2 tramos, con 27 ponches y seis boletos, para una efectividad de 1.88. Incluidos siete episodios de un imparable ante el mismo equipo que ocho días antes lo había maltratado.

Nuevamente, progreso.

Si Sandy Alcántara y Pablo López lucen bien, no hace falta que vean la columna de victorias y derrotas, para saber que la reconstrucción va por buen camino.

Realmente, el nombre de este juego es pitcheo, y como dijo una fuente cercana del equipo, “Creo que estamos listos con los lanzadores. Tenemos un grupo élite”, dijo en estatus de anónimo. “Estamos mucho más cerca de lo que se piensa a nivel nacional”.

Ricardo Montes de Oca

Dejen descansar a José

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Ricardo Montes de Oca

@RicardoEMontes

Todavía recuerdo perfectamente la mañana en la que se dio a conocer el trágico evento que le quitó la vida a José Fernández. Me desperté, tomé mi teléfono celular y, como usualmente hago, revisó las redes sociales para enterarme de las noticias que ocurrieron a final de la noche anterior y la madrugada del presente día. Sin embargo, todavía no había nada referente al lanzador cubano, eran entre las 7 y 8am, hasta que vi un tweet de un periodista americano, refiriéndose a la lamentable noticia. Al comienzo lo tomé como un rumor, pero cuando comencé a indagar en el tema cada vez eran más los reportes confirmándola. José Fernández había muerto en un accidente en un bote.

Al principio, como la mayoría, no podría creer lo que leía o escuchaba. Recuerdo haber escrito la nota para el DIARIO LAS ÁMERICAS aún con lágrimas en los ojos e incredulidad, en un intento por describir cómo había sido la vida de un ser humano, que con tan solo 24 años de edad había influido tanto en un sociedad; no solo dentro, sino fuera del terreno de juego.

Mucho ha pasado desde ese domingo 25 de septiembre. Los Marlins comenzaron con buen pie la campaña sin su as en la loma, pero con su número 16 implantado sobre el corazón de todos los que visten el uniforme del equipo.

Jeffrey Loria, dueño de los Marlins (por ahora), ha indicado en múltiples ocasiones lo afectado que está por la muerte de alguien que consideraba un hijo. Desde el primer momento se supieron las intenciones de retirar el número del nacido en Santa Clara para que nadie más lo utilizara dentro del equipo. También se le homenajeó dándole su nombre a una calle del Sur de Florida.

Lo que hizo José es digno de recordar, ejemplificando al nombre de Miami a la perfección, incluso hasta demasiado; tanto en lo bueno como en lo malo.

Pero no podemos voltear a otro lado cuando salen a la luz pública los hechos negativos de este incidente. Como todos, José fue humano, pero también hay que reconocer que se equivocó a la hora de tomar ciertas decisiones, una en particular que no sólo le quitó la vida a él, sino a Jesús Macías y Eduardo Rivero, quienes lo acompañaban esa noche en el bote.

No hace falta repetir en detalle los resultados de las investigaciones, pero sí es un factor importante que el miembro de los Marlins iba manejando el vehículo bajo influencias de sustancias no naturales.

Loria dijo que se le construirá una estatua de 9-10 pies fuera del Marlins Park. ¿Por qué no de tamaño natural?, pues porque José era más grande que la propia vida, según el dueño de Miami.

Vamos a acortar el camino; no estoy de acuerdo con el monumento. Entiendo el legado de Fernández, pero también reconozco el punto de vista de las madres de las víctimas tanto de este caso, como las que también han sufrido por la mala toma de decisiones de algunos.

Pero si tomamos lo hecho en el terreno, tampoco es suficiente para homenajearlo con un monumento de este estilo. Por más bueno que haya sido en el montículo, José lanzó en total 76 juegos en las Mayores, en tres temporadas completas. No es suficiente.

Hagamos este ejercicio. De dicho accidente sólo cambiemos el hecho de que José falleció, y pudo sobrevivir al impacto. ¿Qué hubiese sucedido entonces? Probablemente estaría suspendido por una buena cantidad de tiempo por el comisionado de la MLB Rob Manfred, poniendo en riesgo su carrera, por no decir que tal vez estaría enfrentando cargos criminales, y luchando para no acabar tras las rejas. Si ese fuera el caso, ¿los que hoy apoyan ese monumento, estarían respaldando al cubano?

No está escrito un estándar para la realización de una estatua en el deporte, pero no creo que José Fernández haya estado al nivel de Roberto Clemente, Hank Aaron, Juan Marichal, Willie Mays o Ted Williams, por nombrar a algunos que tienen este tipo de homenajes.

Me parece que el hecho de haber puesto el nombre José Fernández nuevamente en una disputa como esta era absolutamente innecesario. Ha llegado el momento de dejar descansar cubano y que su legado en la comunidad hable por sí sola, sin necesidad de que una estatua la certifique.

Comienza el sueño de los Marlins

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Cortesía Instagram @Marlins

Ricardo Montes de Oca

@RicardoEMontes

Arranca una nueva temporada regular del deporte más impredecible del mundo, factor que resta importancia a cualquier cosa que intente predecir alguno que crea tener algún conocimiento por la pelota.

Pero aunque la predicción se ha vuelto un arte vacío en el béisbol, es necesario al menos analizar los elementos con los que cuenta un equipo previo al comienzo de la campaña regular.

Aquí, gústele a quien le guste, tenemos a los Marlins. Un equipo con una historia extraña, en la que abundan las derrotas, pero que en sus postes de luz cuelgan dos banderines de Serie Mundial (el porcentaje histórico es de .469, con record de 1793-2026).

La realidad es que los dirigidos por Don Mattingly comienzan el 2017 con la segunda racha más larga en las Mayores sin alcanzar la postemporada, detrás de los Marineros de Seattle, sin haberlo conseguido desde el 2003.

Los Marlins lucen como un equipo balanceado, pero que tal vez (en el béisbol siempre hay que cuidarse con expresiones como “tal vez”) su destino se vea bloqueado por ubicarse en una de las divisiones que pinta para estar entre las más competitivas.

Los Mets de Nueva York y Nacionales de Washington deben estar en el tope luchando por los primeros puestos, lo que deja a los de Miami compitiendo contra los Bravos de Atlanta y Filis de Filadelfia –quienes comienzan con unas plantillas mejoradas en comparación a años anteriores—y el resto de la liga por un potencial segundo comodín.

Ese es un claro ejemplo de una predicción arriesgada. Pero esa vendría siendo la palabra clave con la que los Marlins deben ser identificados; balance.

Tal vez no tengan a un as en su rotación de abridores, pero cuentan con cinco serpentineros de calidad. Su bullpen, que fácilmente podría convertirse en el fuerte del equipo, no cuenta con los nombres que tienen los Indios de Cleveland, por ejemplo, pero podría ser uno de los más consistentes en toda la gran carpa.

Mientras tanto a la ofensiva sí tienen a un ancla con el bate en Giancarlo Stanton, quien muchos aseguran tener el poder natural más imponente de las Mayores. Cuentan con sólidos exponentes en el plato con Christian Yelich y Martín Prado. Dee Gordon es, restándole su poca capacidad para negociar boletos, el primer bate perfecto. Marcell Ozuna y Justin Bour son un poco menos predecibles, pero podrían ayudar de manera importante a la causa de los peces.

Sin embargo, quien para mí es la clave para el bateo de los Marlins es, no Stanton, Gordon o Yelich, sino J.T. Realmuto, quien demostró en el 2016 ser un bate de calidad, y que si consigue seguir mejorando podría estar entre la élite de los receptores en la Liga Nacional. Además otro aspecto que le caracterizó en la temporada anterior fue el buen manejo de los lanzadores desde la receptoría. Realmuto sacó a un 35% de los jugadores que intentaron robarle alguna base; el promedio de la liga en el 2016 fue de 27%.

Ese es otro aspecto en el que deben valerse para conseguir victorias; la defensa. Cuentan con dos ganadores al Guante de Oro, Dee Gordon y Christian Yelich, a un potencial ganador en el cubano Adeiny Hechavarría, y dos sólidos en su posición como Ozuna y Prado.

Los Marlins deben tener como ejemplo al conjunto de los Medias Blancas del 2005, ese mismo que ganó la Serie Mundial, y que con un juego de “pelota pequeña y agresiva” lograron ese objetivo.  Es difícil, por no decir imposible o incluso iluso, predecir que este equipo puede lograr algo similar a ese de Chicago, pero al final de todo, el béisbol es el deporte más impredecible que se juega sobre la faz de la tierra. Como dicen por ahí; soñar es gratis.

¿Tenemos cabras en Miami?

Por: Ricardo Montes de Oca

Los Cachorros y los Indios protagonizaron una Serie Mundial histórica, finalizando con los de Chicago alzando el trofeo de Serie Mundial por primera vez en 108 años.

Pero con ambos conjuntos midiendo el pulso en lo más alto del escenario deportivo, aquí en Miami aprovechamos la ocasión para preguntarnos algo: ¿cuándo será nuestro turno, cuánto tendremos que esperar para que la ciudad vuelva a formar parte de un duelo tal?

Los Marlins han sido afortunados. Con apenas 23 años de historia, ya cuentan con dos Series Mundiales en su haber. Pero con la historia que ha tenido el equipo desde ese último viaje al olimpo del béisbol, pareciera que el tiempo pasado no va acorde con la percepción común; esas 13 campañas han sido una eneternidad.

El sufrimiento de los aficionados de los Marlins es mayor al que cualquiera pudiera pensar desde la distancia, para un equipo que “apenas” tiene 13 años sin alzar el campeonato. Cambios inesperados han enmarcado una continua seguidilla de decepciones que recaen una y otra vez en el ya grupo de decepcionados fanáticos, quienes, en contra de su voluntad, se han obligado a alejarse cada vez más del béisbol del sur de florida, luego de malacostumbrarse erróneamente a dos repentinos títulos mundiales.

Theo Epstein, encargado de acabar con las dos “maldiciones” más grandes del béisbol –llevando a los Medias Rojas y a los Cachorros a conseguir el campeonato tras grandes períodos de tiempo sin hacerlo– le dijo a los fanáticos de Chicago hace cuatro años que le dieran ese tiempo para construir un equipo competitivo, y así lo hizo.

De ese conjunto del 2012, el primero bajó las ordenes de Epstein como presidente de operaciones, sólo Anthony Rizzo y Travis Wood, formaron parte de este conjunto campeón de Serie Mundial; ejemplificando que en cuatro años puede armarse una nómina capaz de lograr cosas importantes.

Ahora, ¿en qué parte del proceso están los Marlins? ¿están antes o después de esos cuatro años?

Permítanme ahorrarles y poco de tiempo; con todo y lo aleatorio del béisbol, estoy confiado en la afirmación de que Miami está lejos de un proceso similar.

Luego de presenciar las labores monticulares de la rotación de los Cachorros, conformada por Jon Lester, Jake Arrieta, Kyle Hendricks y John Lackey, y del trabajo hecho por todo el cuerpo de lanzadores de los Indios, encabezado por el abridor Corey Kluber y los relevistas Andrew Miller y Cody Allen, da a entener, una vez más, que el equipo con el mejor staff de serpentineros probablemente sea quien termine alzando el trofeo.

Entonces, con un equipo de los Marlins que cuenta con Wei-Yin Chen como el probable para ser primero en la rotación, es sano decir que no es un buen augurio para el conjunto que juega en la “Pequeña Habana”.

Para entrar en contexto; Chen, o cualesquiera de los demás abridores que tuvieron los Marlins este año, con la clara excepción de José Fernández, estaría ocupando el quinto puesto de la rotación de los Cachorros, o tal vez ni siquiera, con Jason Hammel ejerciendo esa labor. Mientras que comparando el bullpen de los Indios, su fuerte para alcanzar la máxima instancia del béisbol, A.J. Ramos, cerrador de los Peces, quizás estaría designado como relevista ocasional, por detrás de los ya mencionados lanzallamas de la Tribu.

Entendiendo todo esto, los Marlins están lejos de regalarle a Miami un nuevo campeonato con la plantilla actual. Y con la escaces de prospectos que tienen en sus granjas, la fantasía de poder emular lo hecho por los Cachorros en un futuro cercano, cuando éstos subían un prospecto rendidor tras otro, se encuentra cada vez más alejado de la realidad.

Esto no significa que tenga que pasar un siglo para que Miami sea casa de una tercera Serie Mundial, el béisbol es muy impredecible para decir algo tal, pero en un deporte que se rige por la exigencia de los lanzadores, los Marlins no pintan nada bien para competir en la postemporada en las próximas campañas.

PD: Ojalá y está columna sirva pronto como una evidencia del error, y que Miami pueda presenciar pelota de Serie Mundial.

 

 

Miami llora la partida de José Fernández

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Ricardo Montes de Oca

@RicardoEMontes

El cubano falleció este domingo en un accidente con un bote en Miami Beach

Con una sonrisa; así se recordará por siempre a José Fernández. Un pelotero auténtico, que disfrutaba lo que hacía y que valoraba cada segundo de su vida que pasó uniformado con la camiseta de los Marlins. Vida que terminó, en un abrir y cerrar de ojos, en la madrugada del sábado.

¿Cómo se hacer para describir la vida de José Fernández?

José Fernández es el retrato de los cubanos en Miami. El reflejo del llamado “sueño americano”, que a pesar de las mayores dificultades, había conseguido su sueño de lanzar en las Grandes Ligas.

“Lo logramos”, fueron las palabras de Fernández cuando subió a la loma por primera vez en su carrera con los Marlins de Miami. Refiriéndose a él, a su familia y a todos los cubanos que sueñan con lo que en ese momento estaba viviendo.

Esas palabras significan mucho. “Lo Logramos” no tiene el mismo significado que la mayoría de los peloteros que consiguen la meta de jugar en las Grandes Ligas. “Lo logramos” significa haber superado tres intentos fallidos de abandonar la isla, significa haberle salvado la vida a su madre en plenas aguas abiertas del océano, significa haber aprendido el inglés mientras otros niños se enfocaban sólo en jugar, significa haber podido traer, después de años, a su abuela para que lo viera jugar pelota, significa el lujo de poder vivir en libertad. Un aspecto que siempre estuvo consciente de tener.

“Tu naciste en libertad, por eso no entiendes lo que es”, dijo en múltiples ocasiones el talentoso serpentinero nacido en Santa Clara el 31 de julio de 1992, a sus compañeros de equipo, entrenadores o cualquier persona que le preguntara sobre su vida en Cuba.

Es por eso que siempre estaba sonriente mientras jugaba pelota. Para “Joseíto” el béisbol era un juego, nada más; un lujo que la vida le había regalado, que ni una cirugía Tommy John le podía quitar. Ese gusto e intensidad por el béisbol que disfrutaba cada segundo, era contagioso. Lanzara o no, siempre podía verse a Fernández disfrutando en el dogout de los Marlins.

Cómo sentir presión, malestar o frustración por el juego, cuando en algún momento de su vida lo único que podría esperar Fernández era estar vivo.

La vida es cruel e irónica en ocasiones.

La primeras tres veces que Fernández intentó salir de Cuba con destino a Miami—una ciudad que años después lo convertiría en su ídolo—terminó siendo devuelto por la guardia costera y ganándose incluso un período en prisión en Cuba, con 14 años de edad.

La cuarta fue la vencida, cambiando su destino a México, en un viaje que pudo haber terminado con la muerte de su madre, quien había caído al mar producto a la gran marea que azotó al bote que los llevaba, sin embargo Fernández no lo permitió, y saltó al mar en auxilio de su madre, consiguiendo salvarle la vida.

Lo lograron. Llegaron a salvo a tierras mexicanas, en donde tuvieron que enfrentar otros obstáculos para pasar la frontera. Pero lo hicieron, por fin consiguieron ingresar a los Estados Unidos.

Posteriormente se establecieron en Tampa, en donde comenzó a crecer el Fernández pelotero, con logros que posteriormente fueron dignos para ser escogido en el 14to puesto del Draft del 2011 por los Marlins.

Dos años después debutó con el equipo, teniendo una campaña merecedora para ganarse el Novato del Año de la Liga Nacional, con marca de 12-6 y 2.19 de efectividad. Se esperaba que lo mejor estuviera por venir para el serpentinero de para entonces 20 años de edad. Pero en el 2014 comenzaron otros percances, uno que para la mayoría de los lanzadores es una pesadilla.

Fernández necesitó realizarse la cirugía Tommy John en el 2014, tras apenas ocho encuentros. Sin embargo el cubano lo enfrentó como sólo él sabía, con una sonrisa. A pocas semanas de la cirugía, Fernández no dudo en subirse a la tarima en donde estaban cantando su coterráneos “Gente de Zona” en un concierto que estaban dando en el Marlins Park, aún con su brazo inmovilizado, demostrando una vez más, que la vida va mucho más allá del el béisbol.

Siguiendo la tendencia de su vida, tuvo la paciencia y perseverancia para volver en julio del 2015.

Días antes de su fallecimiento y después de maniatar a los Nacionales de Washington con tres imparables permitidos en ocho entradas en blanco –en lo que sería el último juego de su vida—Fernández dijo que simplemente estaba satisfecho por haberse mantenido saludable todo el año.

Y de pronto allí estaban Martín Prado, David Samson, Michael Hill y Don Mattingly compartiendo el podio, con el resto de la plantilla parada detrás de ellos, para hacer oficial la noticia con lágrimas en los ojos; José Fernández falleció, dejando el “qué hubiese pasado” implantado para siempre a su nombre.

José Fernández  ejemplificará por siempre el amor por la pelota; la razón por la que un niño juega béisbol y que él nunca perdió.

Descansa en paz José Fernández.